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El rito invisible

Néstor Quiñones

 

 

Esta exposición tuvo su origen en la fascinación de mirar el fuego. El rito invisible, cuenta Néstor Quiñones (México, 1967), es un ejercicio de reflexión que parte de la idea de que el ser humano no controla nada. Es él mismo quien se inmola, y si no, la propia naturaleza se encargará de hacerlo. Es el fuego, entonces, aquel elemento que con toda su capacidad de purificación se encuentra por encima del poder humano.

 

Proveniente de una familia de homeópatas, Quiñones piensa de manera recurrente en una concepción no occidental de la enfermedad. Desde ahí, ensaya diferentes caminos hacia una catarsis curativa. En el ámbito contemporáneo, observa en el arte y sus producciones síntomas de un sistema pleno de patologías sociales que tienen en el capitalismo uno de sus principales motores. Por ello, plantea su trabajo como un dispositivo para aproximarse, desde diferentes lenguajes del conocimiento, a esas patologías en las que estamos inmersos en un imparable círculo vicioso.

 

En esta serie de trabajos, haciendo suyo ese interminable ciclo que nos trasciende, el rito invisible, el artista acude a tres símbolos que desde distintas aproximaciones nos invitan a repensar de manera ampliada el espectro de la cultura. La pirámide en el Ojo de la providencia, el símbolo alquímico del dragón devorando su propia cola y el caduceo de Mercurio como confrontación de las fuerzas de la vida, al centro del proyecto, dan pie a exploraciones pictóricas y escultóricas que acaban por encontrarse en la luz del fuego.

 

Estas derivas son consecuentes con las exploraciones que, desde una dimensión mística y espiritual, han permitido a Quiñones escapar a las referencias habituales en la pintura y escultura del arte moderno y contemporáneo. Al interrogar la situación del ser humano en el cosmos, sus temas y problemas desbordan la superficie del cuadro y conducen la mirada hacia una desnaturalización de los marcos a partir de los cuales nos relacionamos con él.

 

En relación con lo anterior, autopoiesis es el concepto que rigió la concepción y realización de esta serie de obras. El término, formulado por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela,  viene de "auto" (a sí mismo) y "poiesis" (creación), y plantea que un ser vivo es un sistema molecular que está continuamente creándose a sí mismo al modificarse, mantenerse y repararse. Para los autores, aquella producción de sí mismo de un sistema molecular constituye el vivir.

 

Desde el trabajo del dibujo y en su posterior tránsito al plano pictórico, el artista pensó estas imágenes desde la noción de autopoiesis. A partir del flujo del trazo en el dibujo y, en lo pictórico, dando lugar a las diferentes relaciones establecidas por el comportamiento de los materiales, el resultado consiste en una suerte de imágenes autogeneradas que se modifican en su relación con el entorno. Se trata de pinturas que, al alimentarse de la luz variable en el espacio, desbordan la condición de imagen fijada, se dejan afectar y producen relaciones diversas con ese otro que las mira. Son imágenes vivas en un sistema que vibran, se iluminan y se apagan.

 

La pirámide, la recursividad y el caduceo son también principios constructivos para las estructuras de madera que habitan este espacio. En sus diferentes configuraciones, alojan objetos de distintas extracciones culturales que conviven en un insoportable parecido de familia: su vigencia, como la nuestra, está más allá de nuestro alcance. Estas estructuras de madera, esculturas autopoiésicas, son puertas, marcos, ventanas, un panal donde nos encontramos.

 

El rito invisible propone un puente entre la biología y la filosofía que no puede sino necesariamente atravesar la poesía. Para ello, nos provoca con estas imágenes que se encienden y se apagan para deslumbrarnos y recordarnos así el lugar desde el que miramos, que es histórico, social y cultural. Animando el calor de la pintura y la escultura, esta provocación acude al mito y al rito para evidenciar nuestros marcos racionales en la aproximación a la obra de arte: esa fuego que miramos con fascinación y que hace parte de un sistema a punto ya de consumirnos.

 

 

Christian Gómez

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